Siempre he pensado que tenía una autoestima baja. Sin embargo, un día comiendo con un buen amigo, compañero de trabajo, antiguo profesor mío y psicólogo para más señas me dijo: Tú tienes una autoestima alta… si no podrías estar haciendo todo lo que haces….
A mí esa observación me gustó ya que veía que podía tener ciertos visos de ser cierta puesto que en esos momentos estaba metido en cien mil cosas y estaba, estoy, entregado a ellas en cuerpo y alma. No obstante, en mi interior, había algo que no me cuadraba y creo que hoy tengo una respuesta a aquellos avisos de mi intuición.
En las lecturas que había realizado sobre Inteligencia Emocional (IE) había encontrado que muchos autores hacían referencia a un exceso en la importancia que se estaba dando en nuestra sociedad a que las personas tuviéramos una autoestima alta. En nuestros días, tenemos que reconocer, que si nuestra autoestima es baja, o por lo menos no es alta, tendemos a correr a buscar un libro de autoayuda para conseguir subirla, mejorarla, para así ser la persona, el trabajador o la trabajadora “estrella”. Pero esto no es lo que recomiendan algunos autores como Richard Boyatzis o Annie McKee.
Estos investigadores, en su libro Liderazgo Emocional hablando de la concienciación como elemento fundamental de la Inteligencia Emocional y del liderazgo resonante hacían una referencia a la autoestima frágil y al síndrome del impostor. Su tesis, fundamentada en el artículo de Michael H. Kernis en su artículo “Toward a Conceptualization of Optimal Esteem” (Psychological Inquiry, 14, nº 1 (2003): 1-26) venía a decir que lo que necesitamos las personas y en concreto los líderes es una autoestima optima. (leer más…)
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